(A partir de Septiembre de 2025)
Por José Ganfornina
El artista suele elaborar sus obras desde una visión visceral, intuitiva o subconsciente… su impulso le lleva a crear, a hacer, pero después no sabe explicar el resultado: ¿por qué lo hizo así?, ¿desde qué profundo pozo del inconsciente desveló su obra?, ¿qué condicionantes vitales; que experiencias emocionales; qué impulso irresistible le llevó a elegir tal o cuál camino en su expresión? Todo ese transfondo, marcado indeleblemente en su obra, le resulta, en cierto modo, incógnito. El artista se transforma en un explorador y en un descubridor. En esto consiste gran parte de la magia de la creación artística: ese no saber, sabiendo; ese inexplicable objeto de su actividad que le sorprende a él mismo.
En la época contemporánea ha habido una tendencia creciente a poner en valor, en un primer plano, la fresca espontaneidad creativa del artista frente a la tradicional actitud analítica y crítica del arte, dando por sentado que la obra plástica es inefable y sólo debe de ser abordada desde los sentidos, desde una emocionalidad individualista no argumentada. La aparición del ensayo Contra la interpretación de Susan Sontag en 1966, abanderó este movimiento y su influencia llega hasta el presente: La decadencia de la crítica en las Artes plásticas, o la moda de titular sus obras con un Sin título por parte de muchos artistas, sobre todo desde el campo de la abstracción, son ejemplos de ello entre otros muchos, pues se consideraba que el mero hecho de titular una obra, ya insinuaba o sugería un tema concreto o una interpretación por parte del autor hacia el espectador.
Cierto que Sontag argumentaba contra la excesiva interpretación de la obra de arte, por tanto, admitía algún grado de interpretación, algo incuestionable desde que existe la Humanidad y su cultura acumulativa e interconectada entre los diferentes campos del saber, de las ciencias y las artes; de nuestra representación simbólica del mundo, que busca significados, mitos, alegorías, a nivel individual y colectivo, donde el arte plástico ha sido, y aún es, un poderoso vehículo de expresión simbólica desde la Prehistoria hasta el presente.
Por eso, siempre he mantenido la opinión de que la obra de arte debería ser analizada o interpretada tanto desde la mirada del propio artista, ( ya que nos puede aclarar, en la parte consciente, el proceso de creación, las fuentes de inspiración, las vivencias o experiencias personales sublimadas en su obra), como desde la recepción del espectador que la contempla (porque la obra de arte nunca estará completa sin esa mirada a la que va destinada). La interpretación del espectador puede descubrir matices, enfoques, puntos de vista, contextos, paralelismos y diálogos con obras de otros artistas de la Historia del Arte. Muchas veces los propios autores no han sido conscientes de la profundidad o excelencia alcanzadas en sus obras, y se declaran los primeros sorprendidos cuando otros las descubren. Cuanto más rica sea una trama razonada y más completo el análisis crítico de una obra, tanto más podría ser el aprecio generado por la sociedad a la que va destinada.
El Arte plástico, como todas las Artes (Arquitectura, Música, Poesía y Literatura en general, Cine, etc) puede disfrutarse de manera intuitiva desde la emoción estética, en la contemplación, la audición o la lectura; pero el conocimiento de la Historia del Arte, que detecta paralelismos, y otras herramientas, pueden añadir capas de significado: análisis estilísticos, de composición y del uso del color; o los posibles contenidos simbólicos, míticos, alegóricos o filosóficos, que el artista ha depositado, a veces de forma inconsciente en sus obras, pueden enriquecer y completar de una manera notable la experiencia artística. Desde este contexto cultural y analítico, el espectador es capaz de profundizar su experiencia de contemplación de la obra individual. Por eso, estoy a favor de la interpretación de la obra de Arte, siempre que sea contextualizada, fundada y razonada.
En estos días he comenzado a experimentar con la IA (Inteligencia Artificial) aplicada al análisis de mis obras. No salgo de mi asombro por la agudeza de las respuestas del Chat GPT que utilizo. Enseguida me percaté del gran abanico de posibilidades que ofrece como herramienta versátil de análisis. Sin duda constituye una valiosa ayuda, no para crear aleatoriamente imágenes sin alma, como es el caso de algunos, sino para profundizar y aflorar variados aspectos de mis creaciones, (de los cuales no tuve conciencia en su momento), mediante análisis multidisciplinares.
Estoy realizando el experimento de pedir a la IA su opinión sobre cada uno de los cuadros de la serie de pequeño formato Lágrimas de fuego ( 8 obras realizadas hasta ahora de las 10 previstas), pero de forma anónima, sin especificar autor, título o ficha técnica, para no inducir en lo posible las respuestas. Los resultados de los análisis, desde los diferentes contextos de cada obra, han sido extensos, sorprendentes, actuando la IA como un crítico artístico consumado y convincente. Todo ello sin utilizar un lenguaje críptico (al que se abonan no pocos críticos culturales), sino claro y sencillo como el cristal.
[ 14 de Septiembre de 2025 ]